Personas se concentran en las puertas de un supermercado mientras esperan largas filas para comprar comida en Caracas.
La orden obliga a reducir los precios a los niveles de hace un mes a pesar de la hiperinflación que azota a la nación petrolera.
En un supermercado ubicado en una exclusiva zona del este de Caracas, cientos de personas, incluidos bebés, jubilados y niños con discapacidad, hicieron filas por horas en las que reinó el caos.
“En mi casa no comemos tres veces al día”, dijo Mileidy Acosta, una joven de 28 años con tres hijos. “La gente está aquí molesta. A una persona que gane el sueldo mínimo no le alcanza ni para pagar la salsa de tomate”.
Maduro decretó un alza del salario mínimo, aunque a la tasa del mercado paralelo representa sólo dos dólares por mes. La moneda venezolana, el bolívar, se ha debilitado alrededor de un 98 por ciento frente al dólar en el último año.
Los precios de los alimentos básicos aumentan casi a diario en un país donde ya muchos tasan en dólares su mercancía pese a que la población no tiene forma de comprar divisas debido al férreo control de cambio que mantiene el Gobierno.
Con una inflación, que según una medición del Congreso controlado por la oposición llegó a cuatro dígitos en 2017, las filas en los supermercados habían disminuido por lo costoso que resultaban el arroz, la harina de maíz o los huevos.
El presidente Maduro culpa a la oposición, Estados Unidos y a los empresarios de librar una denominada “guerra económica” contra su Gobierno.
Los críticos, en cambio, afirman que la crisis se debe a estrictos controles de divisas y de precios, que están vigentes desde hace más de una década, y a una política económica mal planificada.
“Esto no nos ayuda. Después no surten. Y si no lo surten, comemos solamente estos días. No va a traer más nada”, dijo Edgar Romero, un percusionista, de 45 años, que agregó que inicialmente apoyó a Maduro. “Pero tenemos que comer”, agregó.