Carros estacionados en la acera ubicada frente al Hospital Oncologido de la UCE

Eran las cinco de la tarde, cuando yo, cargando a mi hija, en ese entonces de dos años, me dispuse a cruzar la carretera Mella, específicamente desde sector Barrio México hacia el Restauración, apresurada por pasarla antes de que se acercaran los vehículos, caí en un pequeño hoyo que está “medio a medio” en la calle, provocando que me descompusiera un tobillo, y mi niña se diera un golpe en la frente. A esto se suma, que los conductores de carros y motocicletas frenaron de golpe y “casi casi” nos llevan por delante.

¡Ay, la niña, agarren a la niña! Fue lo primero que grité cuando me vi tirada en el pavimento, y los conductores, luego de frenar de golpe, arrancaban y seguían su ruta como si no pasara nada. Temí por nuestras vidas. No se detenían los vehículos.

En ese momento apareció una señora mayor de edad, que hizo seña a los conductores para que se detuvieran y poder socorrernos. Al levantarnos, mi hija lloraba, pues no entendía por qué había tantas gentes “encima” de nosotras, mientras tanto, otras me echaban agua en la rodilla para limpiar la sangre del golpe que tenía. Luego fuimos llevadas a mi casa, y ahí la niña se tranquilizó.

Ese fue un día que me pasó, pero ¿Cuántos otros no ocurren casos semejantes? Muchos. Y más en una ciudad, en donde las señales y áreas que favorecen a los peatones son obstaculizadas por motocicletas, vehículos estacionados, negocios, y hasta talleres.

Son muchas las veces que los peatones se ven obligados a “tirarse” a las calles para continuar su trayecto, solo porque las aceras están repletas de vehículos de todo tipo, cuyos conductores entienden, que fueron hechas con ese propósito, y no para caminar a pies.

Pero no solo eso. A esto le puedo añadir, que cada vez que a alguien se le pega la gana de hacer una construcción, o de poner un negocio, llena la acera de materiales, porque según ellos, no tienen dónde colocarlos. Y yo pregunto: ¿Por qué no procuran primero donde guardar sus chucherías, y después las compran? Y respondo yo misma: Porque no hay autoridades que hagan valer las leyes y reglas en esta ciudad.

¿Y de qué autoridades estoy yo hablando? Un ejemplo grande de los riesgos que corren los peatones es el caminar alrededor de los zincs que colocó el cabildo para reparar el parque municipal, que, dicho sea de paso, tiene “quinientos años” remozando, y no se ve indicios de terminar.

Los datos que he citado son parte de algunas dificultades que pasamos los peatones para caminar con libertad por las aceras, o cruzar seguros las vías, contando con las señales de tránsito que tienen las calles, que especifican, hasta donde debe llegar un vehículo en un semáforo, para que pueda cruzar de un extremo a otro.

Quizás no encuentre explicación a lo que sucede, ni tampoco respuesta a mis preguntas. Pero si de algo estoy segura, es de que el desorden vial que hay, es la garantía de muerte segura que tenemos los peatones en San Pedro de Macorís.

 

fuente: diarionoticia.com.do

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