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Cuando era pequeña había una frase que me repetía, que forma parte de mí como si estuviese tallada en piedra: “el que se esfuerza obtiene siempre lo que se merece”. Pero este mundo me ha enseñado que el que se esfuerza puede chocarse contra un muro y que el choque rompa sus huesos por muchas partes.
Siendo niño sueñas continuamente con ser mayor, con crecer para poder tener más voz en el mundo y hacer cosas grandes. Porque tú ibas a marcar la diferencia. Y en este momento no era un ejercicio de narcisismo sino una creencia producto de la inocencia que solo la infancia puede entender.
Es fácil ser feliz cuando las cosas van bien, cuando a tu alrededor se respira la tranquilidad que solo ve los ojos de un niño ingenuo en un mundo lleno de personas que fingen llevar una vida de película. Cuando está mal visto quejarse y ser humano. Cuando la dictadura de la felicidad ha inundado nuestras vidas.

Pero creces

Pero creces y ya nada es lo que era. Lo que pensabas se convierte en una absurda creencia en un mundo justo, una idea irracional que dominaba tu vida y que ahora es una cuerda que te aprisiona el pecho, una cuerda que en ocasiones no te deja respirar.
Creces y ya no sabes ni quien eres porque los posibles se han vuelto imposibles. Porque lo que soñabas de niño se te antoja lejano y ya no está al alcance de la mano. Creces y ves que el esfuerzo implica un sufrimiento que en muchas ocasiones no se ve recompensado.
Mujer en la noche
Creces y te lastimas reprochándote a ti misma cosas que ni siquiera entiendes pero que te dañan hasta en lo más profundo de tu alma. Porque a veces las palabras que nos decimos a nosotros mismos son gritos sordos que nos encadenan a la culpabilidad que habita en nuestra alma por haber perdido la inocencia.
Creces y descubres que la magia no existe, que la razón quiere dominar en un mundo dónde la sinrazón alimenta el ego de aquellos que tienen el regalo envenenado de una vida fácil, sin ni siquiera haber tenido que esforzarse.
Y sientes entonces haber sido una decepción para ti misma y para los que te quieren. Sientes haber sido tan ingenua en el pasado y haberte rendido en el presente, dejándote llevar por esa cuerda que te ataba al mundo ese que construiste siendo niña y que se te antojaba perfecto.

Pero decides no dejar de soñar

Pero decides no dejar de soñar, decides no buscar responsables en el pasado para aceptar tu propia responsabilidad para el futuro. Decides que cuando uno está ciego por mirar al sol de la injusticia, es bastante probable que no encuentre el camino que le lleve a la sombra que le dé cobijo mientas busca su lugar en el mundo.
Mujer con alas soñando frente al mar
Decides que vas a levantarte como un ave fénix, resurgir de tus cenizas y volar con la cabeza alta sobre el mar de la indecisión en el que te sumergiste cuando perdiste la inocencia, cuando dejaste de ser un niño que leía cuentos para convertirte en el protagonista de tu propia historia.
Decides llevar el timón de tú barco aunque sea contracorriente. Aunque las olas ajenas te salpiquen con los reproches que reflejan sus propias frustraciones. Porque has aprendido que eres invencible si realmente luchas por lo que quieres.
Y aunque en algún lugar el reloj sigue corriendo en tú contra al no haber encontrado todavía tu lugar en el mundo, sabes que todo lo que merece la pena en esta vida siempre es difícil de encontrar y mucho más difícil de obtener.
Además, ahora ya sabes contestar a una gran pregunta ¿la vida es una mierda? Sí, pero yo ya lo he aprendido y ahora juego con ventaja. La ventaja de los que luchan, sueñan y persisten, de los que no se rinden, de los que realmente viven con pasión cada paso incierto que dan hacia delante, de los que aún con miedo continúan. Porque la vida es eso, simplemente eso.

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