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Las secuelas que en un año desde su aparición ha dejado la pandemia de COVID-19 se pueden notar entre los dominicanos por las miles de muertes, la pérdida de los empleos, la disminución de la producción y el daño sicológico que las personas experimentan.

Es un retrato en miniatura de lo que ocurre en los Estados Unidos donde la población ha sido diezmada más que en las grandes guerras y la de Vietnam y los ataques del 11 de Septiembre, lo que ha puesto a ese gran país de rodillas, reducido pese a su grandeza.

Al menos los norteamericanos tomaron la decisión de elegir en noviembre pasado a Joe Biden, un líder que hasta ahora ha mostrado fortaleza y compasión, recuerdo por los que murieron y auxilio a los sobrevivientes mediante un fuerte estímulo de 1.9 billones de dólares.

La aprobación de ese dinero, una importante victoria para el presidente Biden permitirá impulsar pequeñas empresas en todo el país y entregar la suma de 1.400 dólares en ayuda directa a millones de familias humildes que podrán cubrir deudas y pagar alimentos.

Es tal la cantidad de dominicanos que viven en ese país ya como ciudadanos de doble nacionalidad o residentes legales e ilegales, que se anticipa que algo de esa riqueza inesperada se va a “desparramar” hacia el país lo que fortalecerá el indispensable ingreso de divisas.

Tras firmar el viernes la disposición de entregar al pueblo el paquete de estímulo, el presidente Biden recordó a los fallecidos, pidió confianza en sus ejecutorias y en la capacidad del país para levantarse y advirtió que deben seguir las normas. El peligro no ha pasado.

Esa advertencia va dirigida a los muchos norteamericanos que tienen dudas sobre si vacunarse, que no han mantenido el uso de las mascarillas y el distanciamiento social y no aceptan la realidad que ante la pandemia, recluirse en sus casas y  mantener distancia vale.

Algunos gobernadores, mayoría del Partido Republicano de la oposición, han dispuesto abrir todos los negocios como bares, restaurantes, gimnasios y centro de diversiones de par en par estimulando a los ciudadanos a salir a las calles por la libertad de tomar propias decisiones.

Es interesante que mientras el ex presidente Trump, un renegado de las vacunas, del distanciamiento social y de las mascarillas no se aplicó la vacuna, al menos  el asunto está en secreto, su esposa Ivanka Trump se inoculó calladita antes de irse al retiro de Florida.

Como quedó dividido el país debido a la disputa política que cubrió todo el año 2020 por la obstinación del presidente Trump de permanecer en el poder aunque tuviera que alentar la fuerza de sus partidarios supremacistas blancos, el combate al virus disminuyó

Enfoque de Abinader
El presidente Abinader asumió el poder a mitad de agosto pasado en medio de la crudeza de la pandemia y sin muchos recursos para combatirla como las vacunas que se están aplicando ahora; hizo del tema su prioridad aunque los fondos del presupuesto no alcanzaban.

Para darle seriedad al trabajo y en ausencia de colocarse él mismo al frente, para no descuidar las múltiples tareas del estado, el presidente Abinader encargó a la vicepresidenta Raquel Peña, una figura que era desconocida hasta su nominación y que ha dado la talla.

Abinader ha tratado de afrontar las malas derivaciones de la pandemia como el desempleo, la falta de alimentación de mucha gente pobre, la crisis escolar con todas sus consecuencias y la alzas de precios de la comida que se han inflado en el mundo entero.

Lo que dicen los economistas y algunos “opinadores” de opinión pública es que el país debió ser cerrado a cal y canto, en tanto que otros creen que las medidas protocolares pudieran relajarse y darle apertura a los negocios para beneficiar a los minoristas.

Abinader ha seguido la opinión de los científicos tanto de aquí como del extranjero y le ha dado preferencia a las vacunas, aplicadas ya a medio millón de personas en la primera dosis y a las medidas de distanciamiento y mascarillas. La segunda dosis comenzará en dos semanas.

El resultado hasta ahora ha sido bueno porque las muertes han disminuido, la hospitalización ha cedido, las infecciones son menores y muchos de los fallecidos eran víctimas de enfermedades preexistentes como la diabetes y las cardiológicas muy frecuentes en el país. La epidemia aceleró sus muertes.

Abinader espera que para finales de año buena parte de la población ya esté vacunada, posiblemente las clases reabiertas en las escuelas públicas y los negocios como bares, restaurantes, gimnasios y sitios de ocio de vuelta a la normalidad.

Una esperanza parecida tiene el presidente Biden solamente que él espera que las familias puedan reunirse aunque sea con distanciamiento en las parrilladas con que los norteamericanos celebran tradicionalmente el día de la Independencia, el cuatro de julio.

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