Veintisiete días después de su coronación en Cleveland y el rebote que tuvo las encuestas, las perspectivas de Donald Trump parecen estar disminuyendo: una caída precipitada que pretende revertir con una gran sacudida en el personal de su campaña.
Con el lastre de una serie de controversias sucesivas y superpuestas, polainas verbales y tropiezos políticos, Trump vio cómo se evaporizó su breve ventaja tras la convención con una nube de conflictos con todos, desde los padres de un héroe estadounidense musulmán caído en guerra hasta con los republicanos más poderosos… e incluso con un bebé.
Y ese fue solo el inicio.
Las polémicas han sido tan seguidas que es difícil saber dónde termina una y empieza la otra. La única certeza, parece ser, es que habrá otra en el horizonte.
La semana pasada, el candidato republicano encendió las alarmas al sugerir que la «gente de la Segunda Enmienda» (enmienda que establece el derecho de los estadounidenses a portar armas) debería actuar contra Hillary Clinton y sus posibles designados en las cortes de justicia.
Esa controversia apenas se resolvió cuando lanzó un nuevo ataque contra el presidente Barack Obama, llamándolo varias veces el «fundador» de ISIS, una frase curiosa que mantuvo por días hasta que buscó sacudirse las críticas con un ataque a la prensa al decir que «no entienden el sarcasmo«.
Ahora, con poco espacio de maniobra, Trump lanza una nueva apuesta: contrató a un nuevo gerente y un nuevo director ejecutivo para la campaña para corregir el rumbo.
Veamos qué suscitó la sacudida: